EMPECEMOS A HABLAR DE TRÍADA: MADRE-HIJO-PADRE

Este mes nos gustaría reflexionar sobre la importancia de los padres, o de ese otro significativo, en la vida de los niños para su desarrollo y crianza.

Durante siglos los padres han sido una figura más bien periférica en relación a los cuidados y crianza de los hijos, porque usualmente salían a trabajar y delegaban esas tareas a otros (madres, cuidadores, abuelos, etc.). Llama la atención cómo en culturas consideradas machistas, se observan diferencias cualitativas y cuantitativas respecto a los roles de hombres y mujeres; los padres han sido los que salen a trabajar y dejan a las mujeres a cargo de las tareas domésticas y crianza. Me impresiona que tan importante tarea sea relegada solamente a las mujeres en este tipo de sociedades, lo que nos hace pensar qué tan importante se considera el desarrollo y formación de un ser humano. Lo anterior nos hace reflexionar acerca de dos temas. Por un lado, cómo el desarrollo de los niños no ha sido considerado prioridad en las sociedades en el pasado. Sin embargo, hoy en día vemos cómo el tema está tomando la relevancia que merece, por ejemplo vimos el mes pasado la marcha que se organizó por una ley de infancia, para resguardar el desarrollo sano y los derechos de nuestros niños. Y por otro lado, emerge el tema de cómo los padres, es decir los hombres, no han podido rescatar el papel importantísimo que ellos cumplen en el desarrollo de sus hijos.

Hoy en día las configuraciones familiares son miles, y los roles son intercambiables o compartidos entre madres y padres. El ritmo de vida que exige y demanda nuestra sociedad ha hecho que los roles entre mujeres y hombres sean más flexibles. Lo anterior ha permitido que surja también el concepto de co parentalidad, en donde ambos padres asumen como equipo la responsabilidad en cuanto a los cuidados y crianza de los hijos (no sabemos si exactamente igual, pero sí que esta tarea es compartida o llevada a cabo en equipo). No se trata que madres y padres sean iguales, porque no lo son ni lo serán, se trata de los niños que necesitan que todos los adultos responsables a su cargo sean de algún modo significativos en su desarrollo.

En los últimos años, hemos observado cómo cada vez más los padres se han ido involucrando en los cuidados y desarrollo de los niños. En la consulta se observa que no sólo la madre asiste con los niños, sino que el padre quiere asistir e involucrarse en el proceso. Los padres, están siendo conscientes de cómo ellos tienen un papel protagónico en la vida de sus hijos.

Cuando nació el concepto de apego y vínculo (John Bowlby 1958-1982; Mary Ainsworth 1960-1970), se focalizaba en estudios donde sólo se consideraba a la madre o principal cuidadora de ese niño. Esto permitió observar y constatar que los bebés y niños necesitan de un otro constantemente para satisfacer sus cuidados y necesidades, y que dependerá de éstos cómo se irán desarrollando los infantes. Sin embargo, estos estudios se focalizaron en la díada madre-hijo, por lo que excluyeron al padre. Esto nuevamente nos hace preguntarnos cuál es la importancia del padre y qué rol juega en el desarrollo de sus hijos.

Los siguientes estudios sobre apego y vínculo son más inclusivos, considerando al padre, y estudiando a la tríada, es decir, madre, padre y niño (Daniel Stern 19985- 999; Fivaz-Depeursinge y Corboz-Warnery, 1999; McHale y Fivaz Depeursinge, 1999). Es aquí donde se comienza a observar que el padre es un otro fundamental en el desarrollo de los hijos. La importancia del padre no es sólo en relación directa con el infante (aprende a leerlo, a interpretarlo, a calmarlo), sino que al ser compañero de la madre (ya sea como pareja o como parte del equipo parental), cumple un rol significativo siendo un otro esencial para el niño y para la madre. Lo anterior tiene consecuencias directas en el desarrollo del niño. Por ejemplo, una madre que se siente sobrepasada o cansada (lo que es normal que a todas las madres o padres les pase alguna vez), posiblemente se desregule anímicamente estando más irritable o más distante. Esto por supuesto que afecta cualquier vínculo, en especial la relación con su hijo. Si existe un tercero, como un padre u otro significativo, puede actuar como un regulador para la madre o suplir sus funciones por el período necesario para que pueda recuperarse. O viceversa, si un padre no está pasando por un buen momento la madre puede apoyar a su compañero de equipo parental.

Como madres o padres no queremos que los hijos sufran, queremos que se desarrollen sanos y que sean felices. Si ese otro significativo no está por circunstancias propias de la vida, ese niño sufrirá y seguramente tendrá consecuencias en su desarrollo, como lo estudió Bowlby en sus primeros años de investigación. Pero si hay un tercero, si se comienza hablar de tríada y no de díada, las consecuencias serán significativamente menores para esos niños, dado que hay un otro en el que confiar, al cual recurrir, que sabe cómo calmarlos, cuidarlos, protegerlos, leerlos, etc. No se trata de un argumento feminista que el hombre participe en la crianza de los hijos, sino que ese niño sea privilegiado y cuente con más de un adulto responsable que lo ame y cuide.

Los invitamos a hablar de tríada, a mirar la interacción de los tres y a considerar los infinitos recursos que emergen al pasar de díada a tríada.

Ps. M. Francisca Cherniavsky.